Es fácil reconocer que la
Baraja Española, compuesta por cuarenta naipes de cuatro figuras: bastos, oros,
espadas y copas, es una derivación del Tarot antiguo, ya que en la Edad Media
eran perseguidas todas las formas del paganismo a juicio de la Inquisición y
eran comunes los juicios y condenas incluso a muerte, de “brujos” y “herejes”.
Entre esas prácticas condenables estaba por supuesto la adivinación mediante
cartas, inmediatamente relacionada con la brujería.
El Tarot conocido en
aquéllos tiempos estaba compuesto por 22 arcanos mayores que eran celosamente
custodiados, mientras que los 56 arcanos menores, es decir las cartas de
bastos, oros, espadas y copas se redujeron a los 40 que hoy conocemos: 4 series
de 7 cartas numeradas (del As a 7), Sota (o paje), Caballo (o Caballero) y Rey,
suprimiéndose las cartas del 8 al 10 y las Reinas.
Para no provocar la ira de
la Santa Inquisición se inventaron juegos de mesa con ese mazo reducido, pero
siguieron realizándose prácticas adivinatorias que aún se mantienen. Por eso la
Baraja Española tiene ambos usos, el adivinatorio y el lúdico y sus diseños han
variado poco en el tiempo.