Cuando vamos a invocar a
ciertas fuerzas o númenes hemos de advertir previamente a los no iniciados que
lo hagan con suma cautela y, desde luego, con conocimientos previos y
avanzados. Si no los tienes, te sugiero que simplemente busques una foto de
Hécate, la coloques en tu mesa de trabajo y a la luz de las velas trates de
averiguar qué percibes y si esa fuerza es afín a ti.
En las religiones
conocidas sus dioses obedecen unas pautas comunes, un comportamiento,
llamémosle así, civilizado. Digamos que las fuerzas a las que invocan los
seguidores de las religiones masivas de este planeta son entidades que sirven
un esquema básico de dar-recibir y son además entidades dedicadas a
determinados tipos de cuestiones muy mundanas. Así en el catolicismo
encontramos santos y vírgenes que nos ayudan a conseguir ciertos atributos y
bienes: San Pancracio, santo de la fortuna y de los juegos de azar, San Judas
Tadeo, patrono de las causas difíciles o desesperantes, etc. Estas entidades
aparecen portando ropas y objetos comunes de la vida cotidiana. Así en su mano
pueden llevar corderos, báculos, pan, herramientas y aparecen rodeados de
animales, fuentes, etc.