Hay un exquisito
condimento que colorea todos y cada uno de nuestros días; querámoslo o no, esta
presente por las mañanas, las tardes y las noches; ya sea mientras dormimos o
cuando nos proponemos hacerlo en vigilia. Desde sueños que nos agradan hasta estremecernos,
otros que nos angustian hasta el llanto, pasando por aquellos que nos dejan
exhaustos de alegría, hasta los que nos conmueven por la locura a la que nos
transportan, los que nos suben la adrenalina atemorizándonos con el vértigo y
los que nos excitan porque nos conectaron a la parte más primitiva e instintiva
de nuestro ser.
Todos ellos, absolutamente todos, los que suceden cuando
estamos despiertos o los que ocurren mientras dormimos, tienen un común
denominador que es la presencia de emociones, desde las más simples hasta las
más profundas. Y como es de imaginar, todo lo que compete a nuestras vivencias
cotidianas se puede decodificar en un intento de ayudarnos a conocer nuestras
motivaciones más inconcientes y la proyección actual de nuestra propia vida.
Según Freud, el padre del
psicoanálisis, los sueños no nos predicen el futuro, vienen del inconciente,
esa porción del psiquismo que tan bien nos ocupamos en desbordar desde nuestro
primer día de vida con todas las cosas que por alguna causa nos resultan
hostiles y deseamos ocultar. Representan, y éste es el dato quizás más
importante, ese algo de nuestro presente no resuelto que nos obstaculiza el
avanzar.
Esa mixtura de imágenes con significado propio que nos persigue en
busca de una respuesta, es una respuesta en sí misma que nos acerca a la
comprensión de nuestros deseos más profundos, más inconcientes y más alejados
de la objetividad de la conciencia. Aquellos impulsos que son rechazados por
nuestra lógica manera de comprender las cosas y los hechos, son disfrazados,
mezclados, desplazados y comprimidos en ese proceso involuntario que es la
elaboración onírica.
Estos mecanismos que se activan durante el sueño, también
transportan hacia ese mágico lugar los residuos de vivencias pasadas y presentes
que anhelan ser comprendidos. Se sueña con iguales o distintas cosas que ocupan
nuestra mente durante el estado de vigilia; nuestros deseos, esperanzas,
temores e incluso las relaciones buenas o malas que tenemos con las personas
con las que nos vinculamos, tienen su explicación a través de la interpretación
de los sueños.