Los orígenes de esta
disciplina se encuentran entremezclados con la Astronomía, cuando desde hace
más de 5.000 años y desde todas las civilizaciones, los hombres quedaban
absortos mirando el cielo, tratando de comprender en una especie de
introspección el mensaje de las estrellas.
Así como resulta innegable
la influencia de la luna en los ciclos de la cosecha, las mareas, los animales
y las plantas; de igual manera en la actualidad se conoce que en una gran parte
del planeta son cada vez más los profesionales de distintas áreas que se
disponen a escoger la fecha más propicia para determinadas acciones, teniendo
en cuenta las fases de nuestra nocturna encantadora, deciden por ejemplo el día
de una intervención quirúrgica, de un viaje, de un corte de cabello o de una
mudanza.
Tan cierto como las
estadísticas que muestran que los accidentes más violentos o los crímenes más
apasionados suceden en luna llena; la astrología infiere el posible resultado
de lo que se inicia en un determinado instante, observando la naturaleza
energética de las personas en relación a la posición de los planetas y sus
aspectos; deduciéndose de ello que las condiciones de vida en nuestra tierra
son la consecuencia de la interrelación que existe entre ese ser y el universo.
La astrología nos enseña que estamos profundamente unidos con el cielo, que en
cada uno de nosotros esta la totalidad del sistema solar, todas las energías de
los planetas organizadas y distribuidas de cierta manera particular, formando
ese entramado único e irrepetible que somos.
Nuestro registro habitual
de percepción de las cosas y las situaciones, nos dice que somos partes
separadas; mientras que la mirada astrológica nos pone de manifiesto que en
cada parte está la totalidad; y en esa totalidad, somos vibración, la misma que
tenía el sistema solar en el momento en que nacimos.