El aura es una fuente
energética que todos poseemos desde el día de nacimiento, y nos acompaña a todo
lo largo de nuestra vida. Según algunos estudiosos, las manifestaciones
psicológicas se expresan en radiaciones que son emitidas por distintas partes
del cuerpo, formando un campo magnético que se relaciona con lo biológico, la
mente y, por supuesto con el funcionamiento de nuestras glándulas endocrinas y
los cincos sentidos.
En el 1939 el descubridor
del campo magnético humano, fue el ruso Kirlian, que trabajaba en un
laboratorio electro-terapéutico. Vio centellas eléctricas sobre la piel de un
paciente y tuvo la genial idea fue de fijar sobre una placa fotográfica este
experimento, demostrando desde la evidencia el campo magnético alrededor del
cuerpo humano. Pero también poseen aura las plantas y animales. Otros estudios
llegaron a la conclusión de que la debilidad del aura indicaba graves
enfermedades o fuertes depresiones nerviosas.
Más allá de esto es
innegable el “magnetismo” en las personas, todos hemos vivido la experiencia de
sentir una mirada en nuestra nuca y darnos vuelta para descubrir que alguien
efectivamente nos estaba observando; hemos sentido la atracción de algunas
personas. Según algunas teorías los sujetos solares o radiantes poseen un aura
intuitiva, comunicativa, expresiva, convincente, y existen distintas clases de
auras: intuitiva, cromática (de colores) curativa, cinematográfica, vegetal (
plantas, flores), animal y mineral.