Todos relacionamos la
fiesta de Halloween con la típica calabaza iluminada desdentada y sonriente que
todos los americanos colocan en el porche de sus casas. Es indudable que es uno
de los símbolos más conocidos de esta festividad y una de las cosas más divertidas
que tiene esta fiesta: tallar la calabaza y el dulce de calabaza.
Nadie sabe exactamente
cuál es el origen de esta misteriosa costumbre. Cuenta la leyenda que un tal
Jack el Tacaño convenció al diablo para irse a echar unos tragos. Jack
convenció al diablo para que se convirtiese en una moneda y así poder pagar la
bebida. El diablo accedió. Pero como Jack era tan tacaño cogió la moneda y la
guardó en uno de sus bolsillos, precisamente uno que contenía un pequeño
crucifijo de plata. Esto hizo que el diablo quedase atrapado en la forma de una
moneda. El diablo entonces le pidió que le liberara y Jack accedió a condición
de que le dejase en paz durante un año. Justo al año reaparece el diablo y Jack le convence de que trepe a un árbol para cogerle una fruta. Cuando el diablo sube
al árbol, Jack talla una cruz en el tronco y el diablo se queda atrapado arriba
del árbol. Para poder bajar, el diablo le promete que nunca más buscará su
alma. Cuando Jack murió no se le permitió entrar el cielo pero tampoco en el
infierno pues el diablo mantuvo su palabra. Compadeciéndose de él, el diablo le
dio un ascua encendida dentro de un nabo hueco para alumbrar su eterno
deambular por la Tierra. La gente, durante la fiesta de Halloween, enciende
calabazas para ahuyentar a Jack el Tacaño y a otros espíritus no deseables.
Es obvio que esta leyenda,
que es la que todos los niños conocen en la cultura anglosajona, tiene un cariz
claramente cristiano. La presencia del diablo y la cruz así lo atestiguan.
Probablemente un intento más de la mayoritaria religión católica por
cristianizar una fiesta pagana. Yo no
creo que este sea el origen de tan misteriosa figura así que les voy a dar otra versión sobre cómo surgieron las enigmáticas y divertidas calabazas o
Jack O’ Lanterns (Jack el de la linterna), como así se llaman en inglés.
Si bien éste es el origen
popular, para los paganos que celebramos el sabbat de Samhain, el origen bien
podría radicar en unos espíritus del bosque que desde siempre se han visto en
parajes perdidos por todas las latitudes. Algunos los llaman luminarias y la
casuística es mayor de lo que podamos pensar. Son muchas personas las que las
han visto. Suelen ser luces no muy grandes que vagan por los campos a altas
horas de la madrugada. Suelen desplazarse a un metro del suelo y se comportan
de manera inteligente pues a veces acompañan a los caminantes manteniéndose a
pocos metros de ellos. En otras ocasiones, van a gran velocidad y en otras
alcanzan tal grado de luminosidad que durante unos segundos la noche se
convierte en día. Algunos dicen que son fuegos fatuos, otros que son OVNIs y
otros que son los espíritus de los muertos que vagan en pena… Pero el caso es
que nadie sabe que son. Incluso se sabe de algunas que han agredido a seres
humanos (el caso de Nicolás Sánchez, el Colás, en Cambroncino, comarca de Las
Hurdes). Otras, la mayoría, parece que solo te observan. Espíritus buenos y
espíritus malos… de todo hay. Las más conocidas de estas luminarias en España
son La luz de Mafasca (Fuerteventura), La Luz del Pardal (Albacete) y otras extrañas luces en otros muchos
lugares que parecen venir de ninguna parte.
Fotografía Aníbal Clemente
Luminaria. Las Hurdes 2005
Antiguamente las gentes
que vivían en contacto con la naturaleza sabían que los bosques más intrincados
y salvajes estaban poblados por extraños espíritus. Son los espíritus de los
olmos, de las hayas, de los robles, del agua, de las rocas… Son los espíritus
de un mundo que un día existió, que sigue existiendo pero que ya no podemos ver
ni oír porque algo ha querido que no sepamos que todo está vivo y que tiene
conciencia. Ese algo o ese alguien trata por todos los medios que los seres
humanos creamos que solo existe lo que se puede tocar con las manos y no lo que
se vislumbra cuando uno cierra los ojos y busca el silencio.
Fotografía de Justmakeit
Pero como la gente tiene
miedo de lo que desconoce, comenzó a tallar nabos, patatas y posteriormente
calabazas y meter dentro una vela. Era su modo de exorcizar a aquellos
espíritus de lo salvaje. Para esas gentes aquellas luminarias eran las almas de
los muertos o duendes y seres de la naturaleza que parecían provenir de lo más
oscuro de los bosques. Creyeron que, como decían los celtas, la noche del 31 de
octubre los espíritus de los muertos salían de sus tumbas y recorrían la
comarca en busca de incautos… Si no prueba a tallar una calabaza, encenderla y
apagar la luz. Pareciese una luminaria con cara diabólica, el rostro del miedo
y lo desconocido, que vaga sola por la habitación. Por eso encendían calabazas
en sus puertas y ventanas para ahuyentar a aquellas extrañas luces que parecían
conocerlo y saberlo todo.
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