Un ritual es un acto que se repite de forma periódica donde para llevarlo a cabo se siguen una serie de pasos. El ritual es siempre un tránsito, es decir, pasamos de un estado actual de las cosas a otro. Y normalmente hacemos rituales para cambiar situaciones que no nos satisfacen.
Esta capacidad de la magia
y de la brujería para cambiar las cosas es algo muy mal visto por las
religiones monoteístas. Consideran que hacer magia o consultar diversas mancias
es algo terrible, un “pecado” contra Dios. Desde el punto de vista de estas
religiones es comprensible que condenen la magia y la brujería ya que éstas
suponen valiosísimas herramientas de las que dispone el hombre para ejercer su
propio poder pero sobre todo porque ese poder inherente al hombre molesta a la
Iglesia, hablando ahora del monoteísmo que sufrimos en Occidente. La Iglesia y
en general todos los monoteísmos hablan de un Dios poderoso y justiciero que
nos vigila y que nos castiga pues los hombres, ante sus ojos, siempre actuamos
mal. La única persona que nos puede “salvar” es el intermediario entre la
divinidad y el ser humano, es decir, el sacerdote. Así que dejar al ser humano
la capacidad de hablar con la divinidad y cambiar el estado de las cosas es
lógicamente una pérdida del poder terrenal para estas poderosas instituciones.