Entre los sueños
diferentes que brotan de cada mente humana aparece un puñado en que se presenta
a casi todos los soñantes. Sueños en los que uno cae, o es perseguido, o se eleva
por los aires, o pierde la movilidad, parecen ser manifestaciones comunes de
una experiencia humana compartida. Aparentemente, nuestro ser soñante nunca
perdió de vista una verdad elemental a pesar de las múltiples formas en que la
humanidad se fragmentó a través de la historia, seguimos siendo integrantes de
una única especie.
Algunos sueños son típicos
de una determinada cultura. La fantasía en la que el soñante está rindiendo un
examen, y fija la vista sin comprender en el papel puesto delante de él es una
expresión de ansiedad muy común en las sociedades industrializadas. Pero el
sueño de sentirse perseguido atraviesa las fronteras culturales. Un masai puede
soñar que es acosado por un animal; un neoyorquino, por un hombre con un
cuchillo; pero el temor de sentirse atacado es un sentimiento tan elemental que
esos sueños aparecen en todas las sociedades. A pesar de todo, incluso los
sueños comunes tienen significados ligeramente diferentes para cada soñante.
Para interpretar un sueño
ajeno es condición indispensable que el sujeto acceda a comunicar las ideas
inconscientes que se conceden detrás del contenido manifiesto del mismo. Sin
embargo, y en contraposición con la general libertad de que todos gozamos para
conformar nuestra vida onírica según nuestras personalísimas peculiaridades,
haciéndolas así incompresibles a las demás, existe cierto número de sueños que
casi todos soñamos en idéntica forma y de los que suponemos poseen en todo
individuo igual significación.
Sueños de desnudez
El sueño de hallarnos
desnudos o mal vestidos ante personas extrañas suele surgir también sin que
durante él experimentemos sentimiento alguno de vergüenza. Pero cuando nos
interesa es cuando trae consigo tales sentimientos y queremos huir o
escondernos, siendo entonces atacados por aquella singular parálisis que nos
impide realizar movimiento alguno, dejándonos impotentes para poner término a
la penosa situación en que nos hallamos.
Las personas ante las que
nos avergonzamos suelen ser desconocidas, cuya fisonomía permanece
indeterminada. Otro carácter del sueño típico de este sueño es que jamás nos
hace nadie reproche alguno, ni siquiera repara en nosotros, con motivo de
aquello que tanto nos avergüenza. Por lo contrario, la expresión de las
personas que en nuestro sueño encontramos es de una absoluta indiferencia.
Los contextos en que tales
sueños aparecen incluidos en análisis de sujetos neuróticos demuestran, sin
lugar a duda alguna, que se hallan basados en un recuerdo de nuestra más
temprana infancia. Sólo en nuestra edad hubo una época en la que fuimos vistos
desnudos, tanto por nuestros familiares, como por personas extrañas -
visitantes, criados, etc. , sin que ello nos causara vergüenza ninguna. Los
niños muestran con frecuencia veleidad exhibicionista.
La manía de los paranoicos
de creerse observados cuando se visten o se desnudan debe ser enlazada a estos
sucesos infantiles. Entre los perversos existe un grupo -el de los
exhibicionistas- en el que el indicado impulso infantil ha pasado a la
categoría de obsesión.
Cuando, en la edad adulta,
volvemos la vista atrás se nos aparece esta época infantil en la que nada nos
avergonzaba como un Paraíso, y en realidad el Paraíso no es otra cosa que la
fantasía colectiva de la niñez individual. Por esta razón se hace vivir en él,
desnudos, a sus moradores, sin avergonzarse uno ante el otro, hasta que llega
un momento en que despiertan la vergüenza y la angustia, sucede la expulsión y
comienza la vida sexual y la labor de civilización. A este paraíso puede el
sueño retrotraernos todas las noches. La represión también actúa sobre estos
sueños exhibicionistas.
Sueño de muerte de
personas queridas
Otros sueños que también
hemos de considerar como típicos son aquellos cuyo contenido entraña la muerte
de parientes queridos: padres, hermanos, hijos, etc. Ante todo observamos que
estos sueños se dividen en dos clases: Aquellos durante los que no
experimentamos dolor alguno, admirándonos al despertar nuestra insensibilidad y
aquellos otros en que nos sentimos poseídos por una profunda aflicción hasta el
punto de derramar durmiendo amargas lágrimas.
Los primeros no pueden ser
considerados como típicos y, por tanto, no nos interesan de momento. Al
analizarlos hallamos que significan algo muy distinto de lo que constituye su
contenido y que su función es la de encubrir cualquier deseo diferente. Muy
distintos de estos son los sueños en que aparecen representada la muerte de un
pariente querido y sentimos dolorosos afectos. Su sentido es, en efecto, el que
aparece manifiesto en su contenido, o sea, el deseo de que muera la persona a
que se refiere. Dado a que los sentimientos de todos aquellos que hayan tenido
alguno de estos sueños habrán de rebelarse contra esta afirmación.
Cuando alguien sueña
sintiendo profundo dolor de la muerte de su padre, su madre o de alguno de sus
hermanos, no habremos de utilizar ciertamente este sueño como demostración de
que el sujeto desea en la actualidad que dicha persona muera. La teoría del
sueño no exige tanto se contenta con deducir que lo ha deseado alguna vez en su
infancia. Así, pues, muchas personas que en la actualidad aman a sus hermanos y
experimentarían un profundo dolor ante su muerte llevan en sus inconscientes
deseos hostiles ellos procedentes de épocas anteriores, y estos deseos pueden
hallar en sueños su realización.
El sueño de examen
Todo aquel que ha
terminado con el examen de grado o selectividad sus estudios de bachillerato
puede testimoniar de la tenacidad con que le persigue el sueño de angustia de
que va a ser suspendido y tendrá que repetir el curso, etc.
Para el poseedor de un
título académico se sustituye este sueño típico por el de que tiene que
presentarse a su examen final, sueño durante el cual objeta en vano que hace ya
muchos años que obtuvo el deseado título y se halla ejerciendo la profesión correspondiente.
En estos sueños es el recuerdo de los castigos que en nuestra infancia
merecieron nuestras faltas lo que revive en nosotros y viene a enlazarse a los
dos puntos culminantes de nuestros estudios.
Terminados nuestros
estudios, no es ya de nuestros padres, preceptores o maestros, de quienes hemos
de esperar el castigo a nuestras faltas, sino de la inexorable concatenación
causal de la vida, la cual toma a su cargo continuar nuestra educación, y
entonces es cuando soñamos con los exámenes -¿y quién no ha dudado de su
éxito?- siempre que tememos que algo nos salga mal el castigo al no haber
obrado bien o no haber puesto los medios suficientes para la consecución de un
fin deseado; esto es, siempre que sentimos pesar sobre nosotros una
responsabilidad.
El análisis de la frase
“¡Pero, si ya eres un profesional!” no se limita a encubrir una intención
alentadora, sino que entraña también un reproche: “Tienes ya muchos años y has
avanzado mucho en la vida; más, a pesar de ello, sigues haciendo tonterías y no
pareces avanzar”. El contenido latente de estos sueños correspondería, pues, a
una mezcla de autocrítica y aliento.
Sueños de caída
En algún momento, casi
todo el mundo se ha despertado bruscamente con la angustiosa sensación de estar
cayéndose desde una gran altura. Esta inquietante pesadilla puede tener origen
en un bajón de la presión sanguínea, en un movimiento de fluido en el oído
medio o en una pierna que se sale del borde de la cama.
Pero los sueños que
incluyen una caída como parte de un proceso son casi tan comunes como aquellos
y parecen tener raíces más profundas. Algunos psicólogos especulan que estos
últimos sueños reconocen sus raíces en el momento en que el infante de sus
primeros pasos, y esa precaria situación queda impresa en el cerebro como una
imborrable metáfora de la inseguridad. Sea cual fuera su causa los sueños de
caída son poderosas imágenes que se prestan a muchas interpretaciones. Freud
propuso dos. En las mujeres teorizaba, caer significaba rendirse a la tentación
erótica: la soñante se veía a sí misma como la mujer caída. Por otro lado la
caída era también un ejemplo de realización de los deseos que expresaba la
ambición de regresar a la infancia en la que el niño que caía era alzado y
acunado en los brazos tranquilizadores.
Una teoría actual sostiene
que la caída expresa generalmente inseguridad, la sensación que no hay de donde
sostenerse. La gente que enfrenta la angustia del divorcio, o cuya estabilidad
laboral está en peligro, puede soñar que se cae de un precipicio. Un chico que
oye de pronto una discusión entre sus padres podría tener pesadillas en las que
se viera cayendo por un hondo pozo. Para el hombre que teme la impotencia, la
caída puede representar la incapacidad de alcanzar una erección.
Sueños de Persecución
El sueño en que uno se
encuentra perseguido o atacado -que incluye, a menudo, la sensación de estar
irremediablemente adherido el suelo- es común a todas las sociedades. En los
Estados Unidos, las investigaciones indican que el tema ataque-persecución define
a uno de los dos más comunes sueños de ansiedad que se presentan en grupos tan
diversos como estudiantes universitarios, reclusos o reclutas del ejército. Al
igual que con los sueños de caída, los de persecución son una metáfora onírica
de la inseguridad.
La tradición
psicoanalítica sugiere que estos sueños expresan dos ansiedades subconscientes
fundamentalmente diversas: en el caso de los sueños de caída, el temor de la
pérdida de afectos; en el de los de ataque-persecución, el miedo a la
castración o -para las soñantes mujeres- el de ataque sexual. Otra
interpretación sostiene que la mujer que se ve perseguida en sueños está
expresando su deseo de ser cortejada.
Estas interpretaciones
abarcan desde el simple temor de verse atacado por un cocodrilo hasta infinitas
sutiles fantasías en las que el perseguidor representa algún aspecto no
resuelto en la vida o la personalidad del sonante.
Existen varias preguntas
que los soñantes pueden hacerse a sí mismos para interpretar sus sueños de
persecución: ¿Hay circunstancias que me aprisionan? ¿Estoy sufriendo la
agresión de alguien? ¿Me encuentro en una situación que amanece hacerme perder
el control de mí mismo?
El fuego
Junto con la tierra, el
aire y el agua, el fuego es uno de los cuatro elementos de los antiguos; una de
las bases que constituyen la existencia. Esa presencia primordial y su
naturaleza paradójica lo convierten -en todas las culturas- en un símbolo
obligado, aunque ambiguo, de los sueños.
El fuego engendra la luz y
el calor mientras destruye el combustible que lo alimenta; fascina con su
movimiento siempre vivaz, que también es invariable; puede alimentar la vida o
aniquilarla; es capaz de destruir la materia o de transformarla. El fuego puede
ser amigo o enemigo, bendición y amenaza, divinidad y maldición. Su energía
constante lo hace poderoso símbolo de vida, incluso de vida eterna; pero
anuncia también los eternos tormentos del infierno. Mientras se encuentra
domesticado en el hogar o en el horno de la fábrica, es una fuerza salvaje
transitoriamente encorsetada por el ingenio humano.
En los sueños el fuego
puede significar transformación, purificación, iluminación espiritual, amor,
pasión o sexualidad; todo depende del contexto. Un fuego pequeño y manso puede
tener un significado de paz y equilibrio consigo mismo; el fuego incontrolado,
en cambio, es símbolo primordial de destrucción. Un incendio consumiendo una
casa podría indicar daño o muerte de una persona; quizás alguien enfermo y
"ardiendo" de fiebre.
Representado por el sol,
el fuego puede significar agradable calor y nutrición para un soñante de clima
templado; pero para un habitante de las zonas ecuatoriales representaría un
poder capaz de amenazar la vida. Un gran fuego, simplemente, simboliza una fuerza
poderosa que el soñante no puede controlar. En muchos mitos tradicionales un
héroe roba el fuego a los dioses. Aunque se trate de una proeza transformadora
de la vida, el símbolo entraña también remordimiento y culpa por haber
desafiado las reglas de las deidades respetadas que -en términos simbólicos-
son los padres.
El agua
Origen y cuna de todos los
seres vivientes, el agua está presente allí, donde se encuentra la vida. Como
el fuego, tiene una naturaleza dual. Es útero y es tumba; elemento sustentador
y fuerza destructora; presencia purificadora y corruptora también.
Cuando corre en los ríos y
en los mares, encarna el cambio y el movimiento constante; pero es también
igual a sí misma. Aunque se la equipara al fuego como elemento esencial para la
vida, su presencia es más lenta, más pesada, más reconfortante. Como puede
purificar sin destruir, figura en los ritos de muchas religiones. El agua del
bautismo, especialmente, sugiere de algún modo las aguas del nacimiento y
simboliza el comienzo de una nueva vida. Aunque resume la pasividad y la
condescendencia -el tradicional principio femenino -, en modo alguno debe
confundirse esto con impotencia u homosexualidad. En el Tao, el agua encarna la
fuerza de la debilidad; aunque las aguas de un arroyo pueden dividirse para
rodear una roca, también puede arrastrarla.
En los sueños el agua
puede sugerir el útero, la seguridad prenatal, la bienaventuranza.
Las olas que rompen pueden
presentar una fuerza exterior que está más allá del control o de los mismos
impulsos sexuales del soñante. Caótico y potencialmente violento, el
inconsciente es también la fuente que alimenta la vida consciente. Sumergirse
en las aguas puede simbolizar la búsqueda del significado de la vida.
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