La Artemisa es una de las
plantas griálicas más poderosas; planta iniciática y reveladora de las claves
del saber perdido. La Artemisa está relacionada con las energías secretas de
las corrientes telúricas, los antiguos cultos matriarcales y el misterio de las
Vírgenes negras.
En tiempos de los faraones
fue muy apreciada su magia, empleándose contra toda energía negativa; e incluso
en las ceremonias religiosas se llevaba en procesión a modo de cirio para
atraer y sintonizar las energías cosmo-telúricas y ahuyentar cualquier
interferencia negativa.
La Artemisa debe su nombre
a la diosa griega Artemisa, la gran protectora de la mujer, cuyos ritos más
secretos estaban basados en las fuerzas ocultas de la madre tierra. Esta planta
alquímica, por su estrecha relación con las energías telúricas y griálicas, fue
la gran protagonista de la mayoría de los rituales y cultos dedicados a la
diosa Artemisa (de ahí su nombre).
Artemisa, conocida también
con los nombres de Diana o Febe hija de Zeus y Leto, hermana gemela de Apolo y
diosa Luna, como su hermano era dios Sol. Se consagró a la virginidad y pasó a
ser diosa de la castidad.
El doctor Andrés de
Laguna, en Acerca de la materia medicinal y los venenos mortíferos, atribuye
esta planta a la diosa homónima. “Llamase aquella planta Artemisa –escribe
Laguna- de Artemis, conocida también por Diana, porque como aquella diosa,
socorría a las mujeres de parto”. La tradición narra que habiendo engendrado
Leto dos gemelos. Artemisa o Diana nació primero y después ayudó a su madre a
dar a luz a Apolo. Testigo de los dolores maternales, concibió tal aversión al
matrimonio, que obtuvo de Júpiter la gracia de guardar una virginidad eterna,
como su hermana Minerva. Por esta razón, el oráculo de Apolo dio a estas dos
hermanas el nombre de “ Vírgenes Blancas”.
Protegía a las mujeres en
cinta y, como diosa de la caza y reina de los animales del bosque, se la
representó portando un arco y un carcaj lleno de flechas. Sus más antiguas
iconografías la muestran como divinidad de la naturaleza animada y de la
fecundidad. Las fiestas dedicadas a esta diosa recibían el nombre de
artemisias. La más importante se celebraba en Éfeso, en honor de la Artemisa
asiática, en el mes que llevaba su nombre (artemisión) correspondiente al que
los atenienses denominaban elafebolión, en el equinoccio de primavera.
La Artemisa formó parte de
las doce plantas mágicas de la Orden de la Rosa cruz, orden de carácter
gnóstico fundada en el siglo XIII por Christian Rosenkreuz, que pretendía unir
ciertas concepciones religiosas orientales con otras derivadas del
cristianismo.
Además de producir en
quien la toma un estado alterado de conciencia muy propicio para la iniciación
y el desarrollo de las facultades paranormales de la mente (como la videncia),
es una gran catalizadora de las energías telúricas; por ello, aparte de utilizarse
como planta iniciática, fue empleada en forma de bebida dinámica por las
célebres pitonisas para potenciar sus poderes proféticos. Cuando se deseaba
obtener resultados rápidos y predicciones espectaculares, se situaba a la
pitonisa junto a una falla terrestre para que las emanaciones de la misma,
catalizadas por el poder de la artemisa, permitieran a estas mujeres-oráculo la
apertura temporal del tercer ojo, principalmente si la sesión se realizaba en
el período de luna llena, que es cuando las energías telúricas alcanzan su
cenit.
Cada planta posee su
momento particular de máximo poder alquímico; en el caso de la Artemisa,
igualmente a causa de esta conexión con las fuerzas cosmotelúricas, tiene lugar
en los días de luna llena y en la noche mágica de San Juan. De no poder
recolectarse en la noche de San Juan puede hacerse cualquier viernes antes del
amanecer. Si se recoge por la noche la Artemisa constituye un poderoso amuleto
contra toda clase de hechizos o embrujos. Herencia de este conocimiento secreto
es la tradición de pedir, en esta fase lunar, tres deseos a la diosa de la
noche, en éstos se acompañaba y potenciaba la petición quemando Artemisa, como
incienso y tomando su infusión; de hecho se ha demostrado que tomar una
infusión de Artemisa cuando empieza la luna llena, activa el poder de
clarividencia. La tradición mágica también aconseja realizar una “almohada
oráculo”, rellenando la funda de la almohada de Artemisa.
En Alemania, por ejemplo,
la mañana de San Juan se confeccionaban coronas de Artemisa para dejarlas al
llegar la noche junto a las hogueras. Después se recogían y se colgaban en las
paredes de las casas con la firme convicción de que preservaban de los embrujos
a las familias que en ellas habitaban.
La Artemisa se ha
considerado una de las plantas mágicas más poderosas y efectivas para atraer la
buena suerte y alejar las desdichas, pues, como revela el lenguaje secreto de
las plantas, es el símbolo de la felicidad. Cuando algo no marcha bien o se
pasa por una época de mala suerte, la Artemisa puede lograr neutralizar las
influencias más negativas gracias a su fuerza transmutadora. Su poder magnético
forma además una especie de imán que atrae con fuerza las energías positivas.
En la campiña normanda la
Artemisa recolectada en la noche de San Juan se usaba para destruir los
maleficios que privaban de dar leche a las vacas. En Austria, ni el diablo ni
los brujos, tenían ningún poder sobre el campesino que llevara encima esta
planta. La tradición mágica asegura que quien lleve encima un amuleto de
Artemisa no debe temer a las brujas, a los espíritus malignos o demoníacos, ni
a la mala suerte, porque nada puede dañarle. Con las hojas de esta planta se
elaboraban perfumes contra los espíritus y contra los demonios.
La Artemisa es utilizada
para alegrar a los bebés (también puede emplearse para las personas mayores que
sean irritables y difíciles). La tradición mágica considera un excelente
recurso colgar un ramito de Artemisa en la cuna y quemar un poco (muy poco) de
la planta, como incienso, en la habitación; pues además de quitarles “todo
enfado” resulta una gran protectora. Aunque no negamos sus magnificas
cualidades en este sentido, también tenemos que advertir que no es infalible
cien por cien, pero digamos que la energía de la Artemisa potencia y favorece
un ambiente con buenas vibraciones.
Para eliminar la energía
negativa de los malos espíritus, en muchas partes de la península Ibérica, se
lanzaban al aire flechas confeccionadas con Artemisa. En Galicia y otros
lugares del norte, las curanderas aplicaban emplastos confeccionados con hojas
de Artemisa para cualquier tipo de picadura. Los efectos resultaban asombrosos
al decir de quienes los utilizaban. Las brujas le reconocían la propiedad para
atraer el amor, recomendando a quienes desearan aumentar sus poderes de
seducción llevarla prendida de la camisa. En muchas partes de la península
Ibérica se elaboraban perfumes con las flores de Artemisa para preservar del
mal de ojo a quienes los usaban.
A través de las
tradiciones de la noche de San Juan, y concretamente las que guardan relación
con esta hierba, alquímica y mágica como pocas, volvemos a reencontrarnos con
las reminiscencias y el recuerdo ancestral del Graal perdido, ya que la
Artemisa, como revelan su tradición y sus claves ocultas, fue uno de los
ingredientes secretos de esta codiciada bebida iniciática, que tenía el poder
de sintonizar a los iniciados con la energía del Santo Grial a través del
centro griálico del corazón y de los centros alquímicos del tercer ojo y de la
corona.
La Artemisa adquiere un
gran protagonismo en esta noche mágica, donde, como sustituto del Graal, se
emplea junto a otras hierbas griálicas en el tradicional caldero de cobre (que
representa el recipiente griálico) para elaborar la poción mágica que potencia
el poder mental, cristaliza los deseos y favorece la salud y la suerte durante
todo el año. Para este mismo fin se lavan la cara y las manos con el líquido de
la poción y se quema la planta en las típicas hogueras rituales, junto a un
papel donde se debe poner todo aquello que se quiere hacer desaparecer o
purificar por el fuego. En ciertos lugares las personas participantes en estos
ritos suelen llevar guirnaldas de artemisa sobre la frente, al igual que hacían
los iniciados en los antiguos cultos telúricos para activar la catalización de
las energías y el poder del centro del tercer ojo.
Es la hierba del viajero.
Protege los viajes y las vacaciones seguras y felices.
La Artemisa, al igual que
la diosa griega, es la gran protectora de la mujer, pues, además de brindarle
su más incondicional apoyo mágico, es uno de los mayores remedios para todas
las dolencias y enfermedades de la mujer. Esta planta nos ofrece una enseñanza
muy importante y es que el organismo de la mujer, debido principalmente al
factor hormonal, es muy diferente al del hombre; por ello, ciertos principios
pueden producir en ambos efectos diferentes o absolutamente contrarios.
Contra el mal de ojo y
entidades negativas, hacer un sahumerio de Artemisa, echando la planta seca
sobre carboncillos encendidos y esparciéndo el humo por el lugar, elevando una
oración con el pedido y agradecer después a la planta y fuerzas superiores
correspondientes. Hacerlo con la debida conciencia de lo que se está haciendo.
Al defumar estamos invocando a fuerzas superiores para que nos brinden su
ayuda, el propósito debe ser noble y verdaderamente necesario.
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