Origen
Antiguos documentos
describen a la mandrágora como una planta que: “adormece el primer día y vuelve
loco el segundo”. La Mandragora officinarum o Atropa mandragora es notable por
la influencia que ejerció en Europa durante el medioevo. Los campesinos de
aquellos tiempos le tenían horror porque creían que poseía ciertas
características humanas. En los textos de magia se habla de ella con verdadero
culto. Contribuyeron mucho a la celebridad de esta planta los charlatanes que
vendían su raíz en altísimos precios, gracias a las cualidades que le atribuían
y a las que el vulgo daba completo crédito.
Etimología
La palabra mandrágora es
de origen griego y quiere decir “dañino para el ganado”.
Identificación
Esta planta crece en
bosques sombríos, a la vereda de ríos y arroyos donde la luz del sol no
penetra. Su raíz es gruesa, larga, generalmente dividida en dos o tres
ramificaciones de color blancuzco que se extienden por el suelo; sus hojas son
de un tono verde oscuro; sus flores son blancas, ligeramente teñidas de
púrpura; el fruto es parecido a una manzana pequeña y exhala un olor fétido.
Usos terapéuticos
En la medicina antigua las
hojas de mandrágora hervidas en leche se aplicaban a las úlceras; la raíz
fresca se usaba como purgante; y macerada y mezclada con alcohol se
administraba oralmente para producir sueño o analgesia en dolores reumáticos,
ataques convulsivos e incluso de melancolía. En tiempos de Plinio se empleaba
como anestésico dándole al paciente un pedazo de raíz para que la comiera antes
de realizar una operación.
La hija del hombre
Se supone que Julieta
empleó un elixir preparado con mandrágora para fingir su muerte, mientras que
Romeo se envenenó con acónito. En vista de que su raíz suele bifurcase, eso ha
hecho que a la mandrágora se le compare con un cuerpo humano. Teofrasto la
llama antropomorfis; Cumela, similis-homo; Eldal, árbol de cara de hombre, y
las tradiciones populares, hombrecillo plantado… Un médico francés llamado
Laurent Catelan aseguraba que «la mandrágora procede del esperma de un hombre,
que en la germinación de esta planta hace el oficio y el efecto del grano»,
esperma preferentemente “de hombres colgados de la horca o aplastados por las
ruedas… licuándose y virtiéndose con la grasa, cayendo gota a gota en tierra
(que, sin duda, por la frecuencia de los cadáveres colgados, debe de estar
feraz y untuosa como la de un cementerio).”
Ritos para cortar la
mandrágora
Supuestamente, el destino
del poseedor de una mandrágora se vería dichosamente influido por ella, pero su
extracción se consideraba altamente peligrosa. Se creía que cuando la
arrancaban del suelo, el hombrecillo encerrado en ella despedía ayes lastimeros
y agudos gemidos. “Era menester cogerla bajo una horca, observando ritos
particulares, y solamente en determinadas condiciones disfrutaba de todas sus
propiedades.”
Teofrasto aconsejaba
trazar tres círculos con una espada en torno a la planta y arrancarla mirando
al Oriente. Se supone que los gemidos que emitía la planta eran capaces de
matar a quien los escuchara, por lo que en la Edad Media ataban a un perro
hambriento al cuello de la raíz, ponían fuera de su alcance un pedazo de carne
y se alejaban a todo correr. Cuando el can, tirando de la cuerda, arrancaba la
mandrágora, él era quien oía el grito que daba la muerte.
La mandrágora contra la
posesión y la infertilidad
En su Herbarium, Apuleius
prescribe “para la idiotez, que es enfermedad del diablo o posesión demoniaca,
tomar del cuerpo de la planta llamada mandrágora el peso de tres peniques,
administrarla para beber en agua caliente… el enfermo pronto se curará.” Las
creencias más arraigadas durante esta época consideran también que la
mandrágora elimina la esterilidad; de hecho hay referencias bíblicas en este
sentido (Génesis XXX.14).
Nicolás Maquiavelo utilizó
esta creencia para burlarse de sus contemporáneos en la más extraordinaria de
las comedias del Renacimiento llamada precisamente La mandrágora, cuya trama
gira en torno a las vicisitudes de una pareja estéril que intenta conseguir la
planta.
La mandrágora usada por
brujos y magos
Según comenta el Dr.
Krumm-Heller, experto esoterista, la mayor parte de los procesos de Inquisición
tuvieron como cuerpo del delito manipulaciones con mandrágora y cuenta que para
la iglesia católica medieval, “el Arzobispo Eberhaard murió en el año 1066
debido a un maleficio hecho con esta hierba, y sobre su tumba hay una lápida
que hasta hoy mismo es admirada por los turistas donde se relata este hecho”.
Este autor dice que los
magos-médicos se ocupan de esta planta “para extraerle la parte de Dios que
cura enfermedades”, mientras que los brujos la usan “para hacer el mal”.
Dice que la magia blanca
obtiene excelentes resultados para curar todas las enfermedades de los órganos
sexuales, los riñones y, sobre todo, “es el remedio por excelencia contra los
males del bazo, y el bazo tiene gran importancia astral. Por eso es que para la
medicina religiosa como la practicamos nosotros, se usa una cantidad
pequeñísima sólo para el efecto astral”.
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